Mi mama me contaba que su tío
hermano de su mama (mi abuela), le contaron que un toro de casi noventa y
tantas arrobas, estaba en las montañas solo y era cimarrón, mi tío abuelo decidió
hacer una promesa a la Virgen del Carmen, y le exclamó mirando al cielo, ¨virgencita si
logro agarrar ese toro, con los cueros de las bola te hago un mechurrio para
que te alumbre siempre¨, paso el invierno y regreso el verano de la sabana
llanera.
A mediado del verano, mi tío
abuelo, apero el caballo y se fue en busca del famoso animal que todos los
hombres y mujeres del caserío conocían como una leyenda y, cada vez eran menos
los que aventuraban en la búsqueda del
espectacular, enorme y tosco cimarrón, pero este llanero de menudo tamaño quería
saber la diferencia entre la leyenda y la verdad de la existencia del mejor vacuno
de aquellos lados, que se mantenía solitario y reinante en los paraje de Santa
Elena.
No fue mucha la espera en la
mañana de aquel domingo el rojo sol levanto su cortina y los rayos del sol
calentaban las alas del sombrero de paja y cinta blanca que cubría sus ojos curiosos
de este cazador, levantado con ganas de continuar la búsqueda, tomo una vieja
totuma y se arrimó a la batea de madera del amplio patio de la casa antigua
del hato, donde unos corozos pando y cargados dejan ver sus racimos alargado
como para el engorde de cochinos, se coloca una pella de chimo y monta sobre su
caballo.
Al medio día se levantan la polvorera
a lo lejos, era una mancha de cochinos que huían al notar la presencia
del hermoso ejemplar color azabache, de cachos encomejenaos de porte
inalcanzable, pero mi tío abuelo se acomodó
el sombrero apretando el cordón en la parte debajo de la mandíbula y
apretando los talones sobre la montura con los dientes apretado grita fuerte
¨con la gracia de la Virgen del Carmen este toro será mío¨, más tarde hombre soga
caballo estaban en la tierra, el objetivo
estaba alcanzado, el animal apenas resollaba, la cuerda lo tenía a maniatado
de tal forma que no existía manera alguna de soltarse.
Pero nada es imposible, mi tío
abuelo, tocando los cuadriles llenos de carnes y lustrosos de la pureza,
pronuncio lo impronunciable; ¨La Virgen del Carmen se alumbrar con otra lámpara,
pues lo que soy yo no le pagare la promesa¨, en cuestiones de segundos el toro
se desamarro y se macho sin más nunca tener rastros de aquel legendario animal de
los lugareños dicen que se lo trago la tierra, y mi viejo tío abuelo murió muy
anciano contando esta vivencia, que para muchos es cuestión de palabra y para
otros es faltar a lo prometido. Eloy Valentín Gil Gómez.
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