Hace unos 60 años María Alis Vanegas de Suárez, se
trasladó al sector El Higueronal municipio Capacho Viejo en el estado Táchira, con
su esposo, para emprender la vida del campo, donde tres hectáreas de café
habían sido totalmente abandonas, ambos tenían un hogar floreciendo con 8
hijos, se dedicaron a la agricultura, situación que sin apoyo del Estado para
ese entonces, “se convertía cada vez más en un sacrificio que en un trabajo”,
cuenta la septuagenaria.
Fue hasta el año 2007 cuando
la familia Suárez Vanegas, ve una esperanza para continuar trabajando sus
tierras, con la llegada del técnico de campo del Fondo para el Desarrollo
Agrario Socialista (Fondas), Edmundo Guerrero, quien hasta hoy es más que un
servidor público cuando atraviesa el umbral de la casa, se convierte en amigo,
camarada y hasta familia.
Guerrero se enfoca desde el
trabajo humano que supone ser técnico del ente crediticio, en cooperar con esta
familia que por su situación y calor humano dotan de entusiasmo a cualquier revolucionario, pues de los ocho
hermanos, sólo tres se han quedado en la parcela paterna, Luzardo, Cleotilde y
Dalia, mantienen viva la casa de teja y bahareque, que corta la brisa de las
montañas, con un hermoso paisaje, “pero para poder financiarlos tienen que ver
como están sus tierras”, cuentan los hermanos Suárez, que fue lo primero que
respondió el servidor.
El
café corre por las venas
“Aquí nunca había llegado
nadie del gobierno, hasta que empieza toda la revolución del Presidente Chávez,
pero el primero que llegó aquí fue el señor Edmundo”, dijo Cleotilde Suárez, “él
nos ha orientado en todo el proceso para poder recibir el crédito con el que
ahora contamos, mi mamá está muy mayor ahora para trabajar, pero de eso
nosotros los hijos nos podemos encargar, hicimos las solicitudes ante el
Instituto Nacional de Tierras (INTI), y aunque necesitamos presentar todos los
dueños de este terreno antes de nosotros, hoy nos sentimos satisfechos de aún
tener esta tierras de interés agrícola, para lo que son, para la agricultura y
sobre todo para el café” .
Hace más de 60 años el padre
de Alis Vangeas, Eulogio, le enseñó a trabajar el café, en un esfuerzo por recuperar
los cafetales, “que para ese entonces eran abandonados en muchas partes del
estado, todo el mundo se fue a la ciudad a buscar mejor calidad de vida, y
abandonó el campo”, rememora la ahora cabeza de esta familia.
Por si fuera poco, la
historia de los Suárez y el técnico del Fondas, se une por la pasión ante un
cultivo históricamente marcado en las familias andinas, la caficultura, y el
“Plan Café”, que ahora les confía la producción de 4 mil plantas financiadas
por Fondas, y desarrolladas genéticamente por el Instituto Nacional de
Investigación Agrícola (INIA).
Desde
la semilla hasta la cosecha
El hijo mayor de doña Alis, Luzardo
Suárez Vanegas, ha asumido gran parte de la actividad que amerita la granja, es
una carpintero por pasión pero un agricultor esmerado por convicción, y el
avance en diferentes áreas en la granja es tangible, al llegar a la unidad de
producción de esta familia, que cuenta con semilleros, casa de plántulas, bocashi, y donde están construyendo un lombricultivo,
para usar el humus en cada una de los rubros sembrados en las tres hectáreas
productivas con las que cuentan, 14 cabezas de ganado criollo se suman a lo que
se puede denominar el “nuevo proyecto de las hermanas”, cuenta Luzardo.
Con esmero Luzardo, y sus
hermanas cultivan de forma rotativa, y en consecuencia del clima, rubros como lechuga,
maíz, tomate, caña, acelga, morón, ajo porro, auyama, desde la semilla hasta la
cosecha, “aquí no se pierde nada”, enfatizó el agrovenezolano, que ahora junto
Dalia y Cleotilde y bajo la mirada paciente y orgullosa de Alis Vanegas, trabajarán
nuevamente el café.
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